

A Cádiz casi no se le conoce más que por esas descripciones de los viajeros de que hablamos. Cádiz en su vida interior no ha sido estudiada muy a fondo. La conocemos bajo el sentido rápido de la impresión del viajero, bajo la literatura de paso. En las impresiones de un viaje por España de cualquier escritor, hay un capítulo—no más de cuatro páginas—en que se recoge la postal del arribo a nuestro puerto. Cuando queremos leer algo sobre ella, tenemos siempre que acudir al repertorio de la... Saber másexpand_more
A Cádiz casi no se le conoce más que por esas descripciones de los viajeros de que hablamos. Cádiz en su vida interior no ha sido estudiada muy a fondo. La conocemos bajo el sentido rápido de la impresión del viajero, bajo la literatura de paso. En las impresiones de un viaje por España de cualquier escritor, hay un capítulo—no más de cuatro páginas—en que se recoge la postal del arribo a nuestro puerto. Cuando queremos leer algo sobre ella, tenemos siempre que acudir al repertorio de la evocación romántica de ayer: Byron, Dumas, Gautier, Demwoski o Edmundo D’Amicis. Tenemos que coger los “Voyages en Espagne” de aquellos escritores y leer los capítulos deslumbradores de color y luz.
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